La mente es muy canalla.
Engulle toda la vida. Pensamos, pensamos y… pensamos. El término omnipresente
del mundo moderno es el “análisis”: de sangre, estadístico, económico,
político, psicológico… Descomponer, fragmentar, la parte por el todo… ¿Y cuándo
componemos? El término “análisis” adquiere su relevancia actual gracias al
filósofo del racionalismo moderno René Descartes.
El gran error de la
filosofía occidental es haber puesto a la razón como atributo principal del
hombre, anteponiéndola a la vida, negando los sentimientos como forma
inferior de conocimiento; ya lo hicieron ver Nietzsche u Ortega. ¡Cuánto aprender
de la filosofía y las religiones orientales!
El que sepa interpretar el
título de este blog “Silencio en el gallinero”, en alguna de sus múltiples
evocaciones, podrá comprender la importancia que tiene para mí el silencio. Es
el ámbito desde el cual el ser se puede encontrar a sí mismo; la unidad, la
“síntesis” contrapuesta a toda fragmentación, la superación del haz de
contradicciones. La búsqueda de uno mismo entre el ruido y la furia. El
sosiego, la paz, para afrontar el mundo con serenidad y equilibrio. Instinto, emociones
y razón en un todo; intuición primaria o artística frente a tanto desgaste
analítico infructuoso.
Por eso, me gusta
“Biografía del silencio” de Pablo D’Ors. Sacerdote católico y escritor, nieto
del ensayista y crítico de arte Eugenio D’Ors. En 2014 fundó la asociación
“Amigos del desierto”, cuya finalidad es profundizar y difundir la dimensión
contemplativa de la vida cristiana. Fue nombrado consejero del Pontificio
Consejo de la Cultura por designación expresa del papa Francisco.
Está emparentado con la
literatura de Franz Kafka, Hermann Hesse y Milan Kundera. Su maestro espiritual
es Elmer Salman del que valora sus luminosas palabras y su sentido del humor.
También recoge influencias del budismo zen.
Los obispos españoles José
Ignacio Munilla, prelado de San Sebastián y José Rico Pavés, auxiliar de Getafe
lo acusan de hereje y de escribir “dislates”.
La meditación es el núcleo
de “Biografía del silencio”. Según Pablo D’Ors, la meditación es el arte que
hace enriquecedor al silencio.
“Meditar
es… observar los movimientos de la propia mente… Porque mientras se observa, la
mente no piensa. Así que fortalecer al observador es el modo para acabar con la
tiranía de la mente…” (Pos. 483 del eBook).
“Sentándome
y observándome he posibilitado esos chispazos o intuiciones que me han
descubierto quién soy mucho más que reflexionando sobre mi personalidad por la
trillada vía del análisis. Cuando me siento y me observo… me vuelvo a descubrir
fuera, generalmente fantaseando –soy un tipo muy fantasioso-; o elucubrando
–soy también bastante especulativo-; o preocupado por algo que me acecha en el
futuro –como a casi todos los seres humanos, me angustian algunas cosas-,…” (Pos.
492).
“…
Tanto más se piensa, tanto más se debe meditar: esa es la regla. ¿Que por qué?
Pues porque cuanto más llenamos la cabeza de palabras, mayor es la necesidad
que tenemos de vaciarla para volver a dejarla limpia” (Pos.
342).
“La
práctica de la meditación a la que me estoy refiriendo puede seguramente
resumirse en saber estar aquí y ahora. No otro lugar, no otro tiempo. Esto
significa que se trata de una práctica de re-unificación, de re-unión. Queremos
estar con nosotros…” (Pos. 597).
Mi única discrepancia con
el autor se ciñe a un párrafo:su visión conservadora en cuanto a la necesidad
de transformación de la realidad. La meditación no implica necesariamente una
aceptación pasiva de la injusticia o la hipocresía social.
Por último, recojo algunas
otras citas que me gustan:
“…
para vivir o para amar, no hay que apretar, sino soltar, no retener, sino
desprenderse.” (pos. 128-132).
“Los
seres humanos solemos definirnos por contraste o por oposición, lo que es tanto
como decir por separación y división. Pues es así, dividiendo, separando y oponiendo como precisamente nos
alejamos de nosotros mismos.” (Pos. 238).
“…
Vivimos ebrios de ideas e ideales, confundiendo vida y fantasía… cualquier
vida, es mucho más hermosa e intensa que la mejor de las fantasías…” (Pos.
246-250).
“…
Para el hombre que medita –hoy lo veo así-, no hay distinción entre sagrado y
profano” (Pos. 320).
“…
más de un ochenta por ciento de nuestra actividad mental –y es probable que me
haya quedado corto en esta proporción- es totalmente irrelevante y
prescindible, más aún, contraproducente. Es mucho más saludable pensar menos y
fiarse más de la intuición, del primer impulso… Pensamos mucho la vida, pero la
vivimos poco…” (Pos. 333-338).
“…
Es en la nada donde el ser brilla en todo su esplendor… La meditación apacigua
la máquina del deseo y estimula a gozar de lo que se tiene.” (Pos.
386).
“…
nos cuidamos mucho de evitar la comparación entre unos y otros, que es siempre
lo que destruye cualquier agrupación humana.” (Pos.
620).
“…
yo no soy aún quien verdaderamente soy, sino todavía alguien demasiado
artificioso e innecesariamente complejo.” (Pos. 641).