Llevo toda la vida, y aún
sigo, buscando palabras que me den cobijo. No acuden a mí. ¡Qué desesperación!
Bipolar, tal vez;
multipolar, seguro. Cómo dar unidad a este laberinto de senderos enredados.
Escuchar es atender a lo
que nos cuentan los demás y para ello hay que tener espacio suficiente en
nuestro corazón. No sobrecargues de naderías tu mundo interior. Deja espacio
libre para sentirte a ti mismo y a los demás.
El bullicio de los
hombres, ¡qué incómodo para las plantas!
Arte de embaucar: Un amigo
me habla. Sintetizo lo que me dice y luego yo, en la conversación, lo amplio
con detalles, comentarios, ideas… hasta el cansancio. El otro se queda con cara
de tonto y yo feliz, aunque lo disimulo, de mi sabiduría; una forma de poder.
Si nos acercamos a lo
natural, a la Naturaleza, a los animales y a las plantas, nos sentimos en
unidad; solo el pensamiento nos abre a las dicotomías, a las contradicciones,
al malestar con nosotros mismos. Todo cuanto ocurre al hombre tiene una lectura
desde la Naturaleza, desde lo natural, que es liberadora.
Detesto los juicios
morales de lo ajeno; transpiran prejuicios.
Desde que Isaac Newton
descubrió la Ley de la Gravedad se perdió el sentido del humor. ¿O no fue él?
Cómo alcanzar el equilibrio entre la gravedad cargante y la levedad banal,
entre la impostura de un divo y la ridiculez de un bufón.
En una pared de la ciudad
algún estudiante hedonista versionó, en una pintada, el primer principio
cartesiano en los siguientes términos: “Follo, luego existo; no follo, luego
insisto”.
Palabras homónimas: Es
curioso que un órgano tan placentero como el “pene”, sea, al mismo tiempo, la
primera y la tercera persona del singular del presente de subjuntivo del verbo
penar (Yo pene… Él pene). Se mezclan la risa y el llanto, el placer y el dolor.
Como en la vida misma. Acaso por la conjunción de ambos elementos tuvo tanto
éxito el psicoanálisis.
Introduzco ahora un
aforismo que no es de mi cosecha, pero que es oportuno:
Sentencia de Albert Camus recogida por
Victoria Camps en la Revista Mercurio, Especial Doscientos, 2018, pág. 18
“No puede haber una moral sin realismo, pues la virtud
pura es inhumana”.