viernes, 20 de diciembre de 2019

Biografía de soledades

El primer frío: Expulsión de la placenta. Una niña abandonada en la basura. Desde entonces, siempre, al amanecer, la tristeza.

“Decidle a… -susurró la niña-.  Decidle a alguien que yo estoy aquí”. Del poema  “Nochebuena” de Eduardo Galeano.

La soledad es cuando en la pubertad, al atardecer, en un banco de un parque desértico, te descubres a ti mismo, por primera vez, sin lazos, sin norte. Se mira en un espejito cuarteado.

La soledad es cuando ante un acto fallido, la censura colectiva te reprende e injuria. ¡Maldita culpa!

Soledad es enredarte/perderte en tu monólogo. Muchas palabras que compartir sin tener con quién.

La soledad es una jaula de grillos en la cabeza que nunca silencian. ¿La locura?

Soledad es el caos, el abismo: nervios, excitación perenne. Vacío que excava en otro vacío.

La soledad es vivir en un mundo que no comprendes: Te abruma, te aturde, te lamina. ¡Condenada materia!

La soledad es tomar la decisión adecuada en un cruce de caminos retorcidos. Acorralado.

Heridas de amor: pérdida, derrota. No te roza su mirada, su sonrisa, su caricia. Extravío perpetuo.

La soledad es arrastrar una nube negra y ver al mundo sonreír. Invierno.

Hay palabras que hieren y palabras que acarician el alma. Las primeras ahondan la soledad, las segundas contagian paz y calor.

La soledad es ese paseo solitario en el que las ideas se decantan, se cimentan, y el alma respira. Oasis.

Soledad es vivir en el escepticismo que dan los años, el tiempo. Nada  lo revierte ni lo consuela. “Soy Paco. Tengo ochenta y siete años. Mi compañera se me fue. Mis hijas me dicen que vaya con ellas. Cuando estoy en su casa sentado siento que estorbo”.

La soledad es llegar después de una juventud enardecida, a una senectud de indiferencia. Mirándose sin mirarse.

Soledad es no conocer el tiempo exacto que te queda para morir. Porque el fluir del tiempo, en el transcurso de la vida, no tendrá piedad de ti. Campo de minas.

                             
                   Hay cosas peores que
                   estar solo
                   pero a menudo toma décadas
                   darse cuenta de ello
                   y más a menudo
                   cuando esto ocurre
                   es demasiado tarde
                   y no hay nada peor
                   que
                   un demasiado tarde.

                   Charles Bukowski




lunes, 22 de abril de 2019

Desvaríos de un demente


No hay dos olas exactamente iguales en el mar. Así es mi mundo interior: caótico y desordenado. ¿¡Cómo vivir mecido por las olas!?

Soy un tipo vulgar; solo podrás tratarme si sientes piedad por los seres disfuncionales.

Es común en los hombres maduros vivir una vieja sensación del deber cumplido solo a medias y del placer solo a medias disfrutado.

Y no olvides que la “mayoría” de los hombres son los muertos. Los vivos son una “minoría”.


El criterio es firme. La opinión es flexible. Si la opinión se guía por el criterio tenemos a una persona con carácter, al modo aristotélico. Si la opinión no se orienta por el criterio es voluble, veleidosa. Estamos ante el tarambana.

El aprecio procede del cariño, el menosprecio de la envidia y el desprecio del odio. Aprecio, menosprecio, desprecio. Hipocresía, ¡qué bien nos movemos entre los tres ámbitos aparentando justamente lo contrario de lo que sentimos!

Cuántos  pagos afectivos son en realidad estafas emocionales que seres ventajistas e inescrupulosos nos recaudan.

Lo que no es rutina es azar: Orden y caos. Providencia divina, planificación humana; todo debe suceder y sucede según lo previsto. ¿Por qué despreciamos el azar de lo natural, de la Naturaleza? Soberbia divina, vanidad humana.


Introduzco ahora una vivencia que no es de mi cosecha:

Facundo Cabral sobre su madre:
“Nunca pudo ser inteligente porque cada vez que intentaba aprender algo, llegaba la felicidad y la distraía”.