Ensayo general de “La
torre de Babel”
(Estos
ejemplares de parlanchines no son reales.
Todos
son productos de la imaginación.)
El “abeja”: Puede morder,
más el tono de sus palabras es dulcísimo.
El “artista”: Mucha retórica
para escucharse a sí mismo. Le encanta que lo alaben, aunque lo disimule.
El “champagne”: Es
ingenioso y gracioso. Tiene chispa. Capacidad para enamorar y enamorarse. O
para ofrecer un rato agradable.
El “chupón”: Ejemplar muy
común. Acapara toda la conversación. Te deja sin palabras.
El “erizo”: Autista. Huye
de la conversación, está deseando irse.
El “jirafa”: De voz
engolada, arrastra las palabras y se cree único en el decir. No puede vivir sin
descollar por encima de los demás.
El “laberinto”: Carrilea
sin parar. Se sabe por dónde empieza, pero no por dónde va, ni cómo termina.
El “matemático”: Habla con
escuadra y cartabón. Sus palabras son precisas y suficientes.
El “metralleta”: Lengua
viperina. Rápidos y agresivos. Muy frecuente en la política.
El “monja”: Es una modalidad
del monotemático. Habla para corregir los comportamientos de los demás.
El “monje”: Voto de
silencio. Austero. Parco en palabras. No las desperdicia.
El “monotemático”: El más
genuino loro. Solo habla de fútbol o de trapos, de religión o de política.
El “pozo”: Hombre tan
grave que expresa treinta y tres mil ideas antes de llegar a una conclusión. Nunca
se ríe.
El “vampiro”: Lento y
prolijo de verbo, te chupa la sangre.