No hay dos olas exactamente iguales en el mar. Así es mi
mundo interior: caótico y desordenado. ¿¡Cómo vivir mecido por las olas!?
Soy un tipo vulgar; solo podrás tratarme si sientes
piedad por los seres disfuncionales.
Es común en los hombres maduros vivir una vieja
sensación del deber cumplido solo a medias y del placer solo a medias
disfrutado.
Y no olvides que la “mayoría” de los hombres son los
muertos. Los vivos son una “minoría”.
El criterio es firme. La opinión es flexible. Si la
opinión se guía por el criterio tenemos a una persona con carácter, al modo
aristotélico. Si la opinión no se orienta por el criterio es voluble,
veleidosa. Estamos ante el tarambana.
El aprecio procede del cariño, el menosprecio de la
envidia y el desprecio del odio. Aprecio, menosprecio, desprecio. Hipocresía,
¡qué bien nos movemos entre los tres ámbitos aparentando justamente lo
contrario de lo que sentimos!
Cuántos pagos
afectivos son en realidad estafas emocionales que seres ventajistas e
inescrupulosos nos recaudan.
Lo que no es rutina es azar: Orden y caos. Providencia
divina, planificación humana; todo debe suceder y sucede según lo previsto.
¿Por qué despreciamos el azar de lo natural, de la Naturaleza? Soberbia divina,
vanidad humana.
Introduzco ahora una vivencia que no
es de mi cosecha:
Facundo Cabral sobre su madre:
“Nunca pudo ser inteligente porque cada vez que
intentaba aprender algo, llegaba la felicidad y la distraía”.