viernes, 4 de septiembre de 2020

Desvaríos de un demente (Michel de la Mer)

El mar fluye y el árbol crece, sin contradecirme ni asentir.

Sin desdeñar la belleza prefiero el atractivo, el buen gusto, el trato agradable y el humor. Esa gracia que permanece en el tiempo.

Él y ella, ella y él, aún tenían tiempo de cogerse de la mano y del brazo para ayudarse a llegar acompañados a la otra acera de la muerte.

Me gustan más las palabras ingrávidas, vaporosas, que me sugieren, que me inspiran, que me despiertan sentimientos, que me hacen volar; no así los mensajes contantes y sonantes, cerrados, que se quedan ahí, como palabras muertas. Me ahogan.

Soy como la mayoría de la gente: No sé cómo se hacen las cosas. Pero... juzgarlas... ¡de maravilla! No hay nada más peligroso que un ignorante motivado.

Tenemos el espíritu distorsionado, enfermo, del exceso de información inútil. Odio el dataísmo (la adoración de los datos) y el análisis, la nueva religión del big data y la inteligencia artificial. Prefiero a un vidente africano antes que a un analista de datos para predecir el futuro.

En el viaje de la vida prefiero un caminar sintético en lugar de analítico: me doy por satisfecho con las ideas que fluyen por mi mente sin necesidad de diseccionarlas.


Amar se expresa en el respeto, desde lo más cerca posible, a la persona completa, con sus virtudes y sus vicios, sus grandezas y sus miserias, sin excluir nada.