Si
a usted le agota pensar, huya rápidamente de este escrito y elija una actividad
más liviana. Les aseguro que bailar junto al mar, con la persona amada y con
una buena banda (“conjunto” se llamaba antiguamente) de música, es mucho más
divertido.
¿Pensar? Todos los hombres pensamos. De
una manera o de otra nos apañamos para orientar medianamente bien nuestra
conducta. Sin embargo, la profesora Josefina Beas en la revista “Pensamiento
educativo” (Vol. 15, pág. 16, 1994) afirma lo siguiente: “numerosos autores, …
han demostrado que existe la tendencia, en la mayoría de las personas, a ser
superficiales… a dar argumentos muy pobres y no pertinentes y a carecer de
evidencias que avalen sus juicios.”
Ahora bien, así como todo el mundo tiene claro
que al cuerpo hay que cuidarlo con una alimentación sana y moderada, y con
ejercicio frecuente; del mismo modo, la persona requiere de alimento espiritual
y de poner a punto su capacidad de pensar y sentir. "La buena presencia es
al cuerpo lo que el buen sentido es al espíritu". (Reflexiones y máximas
morales, La Rochefoucauld, 67, pág. 33, Titivillus).
Obviamente el pensamiento se entrena y mejora por muy
diversas vías: la comunicación cotidiana, la educación formal, la lectura, la
literatura, la historia, la ciencia, el cine, los estudios universitarios, etc.
“Quien no se haya observado a sí mismo lleva consigo una experiencia que
ignora”. Pensamientos, Joseph Joubert, Título XIII, 514, pág. 196, Editorial
Península.
Pero
no me interesa ahora la filosofía. Solo quiero insistir en la importancia de mejorar
la calidad de nuestro pensamiento; en la
necesidad de construirlo correctamente.
Desmontando
dos argumentos, a modo de ejemplo:
Primero:
Una
señora va con su hija de doce años por la feria y ven a un vecino que se ha
tomado alguna copita de más. Los ojos caídos, los brazos lánguidos, el andar
inseguro. La madre afirma: ¡Ese vecino es un borracho! La niña repite: ¡Ese
vecino es un borracho! Y cada vez que lo ven por la urbanización dicen: ¡Ahí va
el borracho!, aun cuando siempre vaya fresco, sin haber bebido ni una gota de
alcohol.
Se
trata de un falso argumento (falacia) por datos insuficientes. Se ha partido de
un dato particular (una vez borracho en la feria) para llegar a una conclusión
general (siempre está borracho). Se ha usado de manera incorrecta el argumento
inductivo (a partir de datos particulares llegar a una generalización). Los
datos son insuficientes, hay una falta de pruebas; es más, se omiten aquellos
hechos desfavorables para la opinión mantenida: el vecino es visto
habitualmente en la urbanización absolutamente sobrio. Luego el argumento que
ha construido esta señora es absolutamente inválido y, por tanto, falso.
Veamos qué ha sucedido con el
pensamiento de esta mujer. En primer lugar, ha volcado un prejuicio, una
opinión preconcebida negativa sobre este hombre. Se pre-juzga. Es decir, el
vecino está condenado de antemano. Es una opinión sobre un vecino que carece de
objetividad. "La idea preconcebida induce al error... Cuando se está
acostumbrado a servirse de malas razones para demostrar efectos de la
naturaleza, ya no se quiere aceptar las buenas cuando se descubren". (Pensamientos,
Blaise Pascal, 124 y 123, pág. 48, Editor digital: Tellus).
Posiblemente lo que quiere esa madre es
provocar un rechazo de su hija hacia el alcohol. Pero, no sería mejor que le
dijera: “Ese vecino nuestro nunca está borracho. Hoy se ha tomado unas copitas
de más. Le pueden caer mal. El alcohol en exceso no es bueno para las
personas”. Esta forma de argumentar, además de describir mejor la realidad, es
más objetivo y está enseñando a la niña a pensar. Es preciso que los niños y
los adultos aprendamos a distinguir lo que son datos y lo que son opiniones, lo
que son hechos y lo que son juicios de valor. Solo sobre una buena base de
datos observables se puede construir una reflexión bien fundamentada.
Casos parecidos de este tipo de
pensamiento son: Creer que una persona que tiene tatuajes es drogadicta; creer
que una persona roba solo por ser de clase baja; considerar que las personas de
piel blanca son superiores; que los ateos son personas desorientadas o que las
personas religiosas son buenas; que todos los musulmanes son violentos; que los
homosexuales son pervertidos, etc.
Segundo:
Me envían un whatsapp acompañado de una imagen del Sagrado
Corazón con el siguiente texto: “Estamos llevando el
Corazón de Jesús en procesión virtual. Queremos que llegue a todos los hogares
para que nos sane de esta pandemia. Ora y pásalo, por favor”. Obviamente se
refiere aquí a la pandemia por coronavirus que ha asolado el mundo durante el
año 2020.
Este
tipo de pensamiento se manifiesta también en otros parecidos como: rezar u
organizar procesiones en tiempos de sequía; rechazar en algunas religiones las
transfusiones de sangre; ciertas religiones, como la católica, que
están totalmente en contra de los
métodos anticonceptivos; dogmas religiosos que indican a sus
seguidores que para que una relación amorosa sea bendecida deben estar casado
por algún ritual o ceremonia, de lo contrario se infringirían sus reglas; la
peregrinación que los musulmanes realizan una vez en su vida a la Meca, o los
cristianos a Santiago de Compostela, El Rocío, Lourdes o Fátima.
Lo que me interesa observar en el whatsapp indicado es cómo
se confunden los planos. Abordar un problema tan complejo como una pandemia por
coronavirus pertenece al campo de la ciencia, la medicina o la biología, por
ejemplo. También ocurre lo mismo con los períodos de sequía. Afrontar un hecho
físico, propio de la naturaleza, con oraciones o procesiones es, simplemente,
confundir los planos. Si quiero hablar de gastronomía no sería lógico hacerlo
desde el reglamento que rige los partidos de fútbol. No tendrían nada que ver,
¿verdad?
Ya desde Tomás de Aquino se empieza a distinguir entre razón
y fe. Y es con Kant donde, a mi parecer, quedan definitivamente distinguidos
ambos planos: la ciencia y la creencia. Aunque en el ámbito personal aparezcan
mezclados en no pocas ocasiones, en el espacio de las ideas hay que
distinguirlos con nitidez, porque, de lo contrario ambos ámbitos pierden rigor
y autenticidad. Pongamos un caso no idéntico, pero sí parecido. Conocí a una
señora que había puesto toda su confianza en la homeopatía. Le apareció un
cáncer de mama y, consecuente con su idea previa, quiso curar su enfermedad con
la homeopatía y no con la medicina moderna. Obviamente, falleció.
Durante la Edad Media se
afirmaba que “los objetos caen porque hay ángeles que los empujan
hacia abajo”. La conclusión “los objetos caen” es relativamente cierta, aunque
no existe un argumento válido para aceptar la premisa de la existencia de los
ángeles y tampoco de que éstos empujen los objetos. En esta línea, entronca la
actual discusión entre creacionistas y evolucionistas sobre el origen del mundo
y su evolución. Los primeros son corrientes ultraconservadoras que niegan las
evidencias descubiertas por los científicos.
Todos estos pensamientos se caracterizan por su dogmatismo. Representan una
visión de la vida bajo un esquema cerrado que se presenta como la única verdad
válida, y sus preceptos y principios son indiscutibles para quienes lo
practican. Todo dogma es un pensamiento
mal construido y, por tanto, falso.
La misma falta de atención a
la ciencia la podemos ver en los que acuden a los curanderos, a los videntes, a
los echadores de cartas, o los que se creen a pie juntillas la astrología (en
lugar de la astronomía) y los horóscopos. Todos estos pensamientos se basan en
la superstición, en creencias que no tienen un fundamento racional.
Algunas notas de un pensamiento de calidad:
Pensamientos de alcance
medio (El complicado equilibrio entre el hecho y las ideas, entre el dato y la
generalización):
Un dato aislado no
permite hacer una generalización; una idea general no es válida si no está
contrastada con suficientes datos. El equilibrio entre lo propio y lo común,
entre lo individual y lo colectivo, entre lo concreto y lo abstracto, entre lo
contable y lo no contable, entre lo simple y lo complejo, exige de un arte de
filigrana. Pero es la única manera de pensar con cierta calidad. Es pasar de lo
cuantificable a lo interpretativo. Es ajustar nuestro discurso vivo al decurso
de la historia viva. Es el equivalente a lo que en el campo de las ciencias
sociales se llama teorías de alcance medio.
“…
cuando se quiere probar una cosa general hay que dar la regla particular de un
caso; pero si se quiere demostrar un caso particular habrá que empezar por la
regla general”. Pensamientos, Blaise Pascal, 67, pág. 26, Editor digital:
Tellus.
“Para
conocer bien las cosas es necesario conocerlas hasta en sus menores detalles, y
cómo estos son casi infinitos, los conocimientos siempre son superficiales e
imperfectos”. (Máximas morales, La Rochefoucauld, 106, pág. 37, Editor digital:
Titivillus).
Espíritu asertivo y
espíritu crítico:
De un tiempo a esta
parte no comprendo por qué en todas las leyes de educación, independientemente
del partido que gobierne, aparece siempre de manera exclusiva el espíritu
crítico. Seguramente será la vagancia de los administradores que copian de unas
leyes a otras. Recuerdo que, en un encuentro de profesores, Victoria Camp
expuso la necesidad del espíritu crítico pero matizaba que no había que
convertir a los alumnos en unos marcianos. Fue su expresión textual. Yo creo
que un pensamiento equilibrado se mueve entre lo asertivo (el asentimiento, la
conformidad, la adhesión…) y lo crítico (el examen, el juicio, la opinión…).
“…
se ven espíritus inquietos, y sin madurez de juicio, que admiten sucesivamente
todas las opiniones, o se dividen entre las contrarias, sin atreverse a
decidir". (Reflexiones y máximas, Vauvenargues, DV, pág. 143, Ed.
Renacimiento).
El
criterio es firme, la opinión flexible:
El criterio se basa en unos principios o
normas que tiene el individuo para opinar o juzgar sobre un asunto, para
adoptar una decisión, para distinguir lo verdadero de lo falso, lo que tiene
sentido de lo que no lo tiene. Estos principios, fruto de una reflexión
personal, se encuentran bien establecidos en el sujeto. Por tanto, no son
variables.
Cuando
la persona se acerca a la realidad en la interacción con otros hombres, hay un
intercambio de opiniones sobre cualquier asunto que presentan múltiples matices.
Es aquí donde se produce una cierta flexibilidad y, al mismo tiempo, un
enriquecimiento de los principios.
El
genial Groucho Marx se expresó sobre esto con un afán provocativo y humorístico
en una frase célebre: “Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros”.
“¿Me
contradigo acaso? /Muy bien, pues sí, me contradigo/ (Soy amplio, contengo
multitudes.)” (Leaves of Grass, W. Whitman, 55, Broohlyn, 1855).
"Los
espíritus falsos cambian de máximas frecuentemente". (Reflexiones y
máximas, Vauvenargues, CVIII, pág. 41, Ed. Renacimiento).
"Deja
a un lado la opinión de los hombres: es siempre oscilante y se divide yendo de
una parte a otra". (Epíst., Séneca, pág. 503, Ed. Gredos-Titivillus).
Pensamiento y sentimiento:
Lo deseable es pensar sintiendo y
sentir pensando. Para no caer en una locura quijotesca o en un sentimentalismo
estéril. El hombre no es una máquina lógica desconectada de la vida. En sus
vivencias se unen, están mezclados los pensamientos y los sentires (amor y
odio, afinidades y diferencias, delicadeza y maltrato… actitudes y valores).
Aquí es donde se incardina la utilidad del pensamiento para tener una vida
mejor. Es el camino para luchar contra los prejuicios y los estereotipos.
Hablamos de pensamiento moral no en el sentido de recetas morales contra lo
pecaminoso (moralina) sino de reflexión de la persona para conseguir
desarrollar toda su potencialidad y alcanzar el máximo de gozo posible en la
vida. Poner en juego los sentimientos es también una vía de acercamiento al arte
para enriquecer nuestro espíritu.
"La
razón y el sentimiento se aconsejan y se suplen alternativamente. Quien solo
consulta a uno de los dos y renuncia al otro se priva desconsideramente de una
parte de los auxilios que nos han sido dados para guiar nuestra conducta".
(Reflexiones y máximas, Vauvenargues, CL, pág. 51, Ed. Renacimiento).
Pensamiento propio:
He aquí la tarea más difícil
para la persona: Forjar un pensamiento sobre las cosas de carácter personal,
íntimo. Es el único camino para tener personalidad. Es elaborar una opinión
personal entre las múltiples opiniones del mundo. Es una seña de identidad de
los buenos escritores. Tener voz propia.
Se trataría de ser librepensadores; personas que se guían por la razón
sentiente y el empirismo, rechazando cualquier dogma (religioso o político) así
como los argumentos de autoridad.
"La
mayor parte de los hombres envejecen en un pequeño círculo de ideas que no han
sacado de sí propios. Existen, tal vez, menos espíritus falsos que
estériles". (Reflexiones y máximas, Vauvenargues, CCXXXVIII, pág. 74, Ed.
Renacimiento).
“Pero nosotros queremos sofistas, en el mejor sentido de la
palabra, o, digámoslo más modestamente, en uno de los buenos sentidos de la
palabra: queremos ser librepensadores. No os estrepitéis. Nosotros no hemos de
pretender que se nos consienta decir todo lo malo que pensamos del monarca, de
los Gobiernos, de los obispos, del Parlamento, etc. La libre emisión del
pensamiento es un problema importante, pero secundario, y supeditado al
nuestro, que es el de la libertad del pensamiento mismo”. (Antonio Machado,
Juan de Mairena I, Cátedra, pág. 209).
Bajar
la luz del pensamiento:
No
todo es pensar. Es agotador. La vida se nos escapa y fluye al margen de nuestro
pensar. La vida es, también, azar y probabilidad; disfrute y gozo.
Por
eso, es conveniente parar el pensamiento: respiración profunda, ejercicio
físico, actividades de distracción… Un pensamiento de calidad exige dejar de
pensar durante algún tiempo, para poder ver posteriormente con más claridad.
Necesitamos
alejarnos del mundo. Callar el pensamiento. Meditar. Vivir el silencio del mundo
interior.
“Personalmente
estoy convencido de que más de un ochenta por ciento de nuestra actividad
mental –y es probable que me haya quedado corto en esta proporción- es
totalmente irrelevante y prescindible, más aún, contraproducente. Es mucho más
saludable pensar menos y fiarse más de la intuición, del primer impulso”.
(Biografía del silencio, Pablo D’Ors, pos. 333-338).
“… cualquiera puede facilitarse la vida
bajando un poquito la luz de la razón.” (Cómo vivir o una vida con Montaigne,
Sarah Bakewell, pág. 148, Ed. Ariel).
Los
expertos en lógica, la ciencia que estudia la correcta construcción de los
argumentos, no son infalibles. Aún no han superado la doble negación que se
representa ¬(¬p), y, por tanto, no
han podido explicar la triple negación andaluza: “No ni ná”. Cuanto más
nosotros que somos personas corrientes y molientes.
Para
terminar un texto de Albert Camus (La peste, pág. 110, editor Piolin): «Si es cierto que los hombres se empeñan
en proponerse ejemplos y modelos que llaman héroes, y si es absolutamente
necesario que haya un héroe en esta historia, el cronista propone justamente a
este héroe insignificante y borroso que no tenía más que un poco de bondad en
el corazón y un ideal aparentemente ridículo”.