viernes, 25 de mayo de 2018

Evocaciones de unos versos de Machado

“En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día;
ya no siento el corazón.”
Mi cantar vuelve a plañir:
“Aguda espina dorada,
quién te volviera a sentir
en el corazón clavada.”

        Versos extraídos de “Yo voy soñando caminos”, Soledades XI, Antonio Machado.

Reconozco que no es muy ortodoxo trocear un poema para entresacar unos versos. Pero este par de cuartetas, no consecutivas en el poema completo, llegaron como un obús a mi mundo imaginario y sentimental.
En el conjunto del poema, Antonio Machado, paseando por los senderos, mientras observa la caída del atardecer, fantasea sobre la vida y sus caminos, con un cierto aire de tristeza.
Triste es, también, cualquier ruptura de amor, de cualquier amor, vivo o muerto. De una persona, de las personas, de los objetos que amamos.
¿Quién no ha dejado en el camino amores posibles o reales? ¿Quién no se ha sentido alguna vez abandonado? ¿Quién no ha tenido que arrancarse, alguna vez, espinas de amor o desamor? ¡Ay, si el amor fuera siempre correspondido, eterno, sin contratiempos!
La espina de una pasión. ¡Qué imagen! Junto a la expansión ardiente de la felicidad, la zozobra de la incertidumbre, el fracaso o el paso del tiempo. El tallo de las rosas está cubierto de espinas. Y es que la vida es (tan) paradójica.
Qué ligeros pasamos por el lado de las personas que nos quieren. Nuestra vida, a veces, se bifurca, abandonando afectos regalados. En ocasiones, acontecimientos inesperados nos alejan de senderos que hemos amado.
Arrancarse la espina de una pasión, sea una decisión libre o forzada, siempre es doloroso. Extirpar la belleza de la vida. Perder la ilusión. Quebrarse el valor de las palabras. Extravío del sentido. Soledad abismal. Muñeco volátil, desarraigado.
Qué fácil se torna, entonces, el camino hacia el desconcierto, la distancia, la desconfianza, la indiferencia, la desesperación, el odio, la venganza… El corazón está calcinado y gélido en este tiempo, en ese instante.
Por eso, en casos extremos ocurre lo peor. Como en el cuento “El amor asesinado” de Emilia Pardo Bazán, donde una joven descubre el Amor por primera vez, sin vincularse a ningún ser concreto y trata de extirparlo. “El Amor a quien creía tener en brazos, estaba más adentro, en su mismo corazón, y Eva, al asesinarle, se había suicidado” (Cuentos de amor, Emilia Pardo Bazán, Pos. 119).
Parece que Machado ha vivido algún fracaso de amor y aun así lo anhela. Deseamos vivir apasionadamente, ver amanecer, refrescar nuestra mente, abrazar el calor de la pasión, sentir estremecerse nuestro ser al roce de una nueva caricia. “Aguda espina dorada, quien te volviera a sentir en el corazón clavada”. Es un canto a la vida. Por mucho que las heridas nos entristezcan, a veces profundamente, hay que resurgir, retomar la ilusión, construir nuevos caminos. Son períodos de retroceso y estancamiento para volver a dar el salto a la alegría. De las heridas, de las sombras, solo quedarán los recuerdos.
Mª Victoria Atencia (“Como las cosas claman” Antología poética. Editorial Renacimiento, pág. 192) expresa el gozo de vivir aun en la incoherencia: “Bendita seas, discordia constante, vida”.





2 comentarios:

  1. “Lo que dura se estropea y acaba pudriéndose, nos aburre, se vuelve contra nosotros, nos satura, nos cansa. Cuántas personas que nos parecían vitales se nos quedan en el camino, cuántas se nos agotan…”(Leído en el libro ”Los enamoramientos”, de Javier Marías).

    Si esto fuera tan desoladoramente cierto, quizás tendríamos que alegrarnos de haber dejado en el camino algún que otro amor posible.(Ana)

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  2. Ana, guapa, gracias por tu comentario. Afortunadamente no todas las experiencias son iguales y, sobretodo, casi siempre se sale adelante. Me gustan mucho tus escritos en facebook, están cargados de sentimiento y de poesía. Un beso muy fuerte.

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