He elegido este valor humano como objeto de esta reflexión porque, aunque mi padre era un hombre de una pieza, rico en valores, solo nos exhortó explícitamente muchas veces para que fuéramos honrados. Andaba estos días recordando y me pregunté: ¿Qué es la honradez? Y les aseguro que no acababa de tenerlo claro. Mi padre usaba el término en el sentido de que no metiéramos la mano, que no robáramos. “Un hombre honesto no roba lo que no es suyo” -decía. Desconozco por qué mi padre insistía tanto en esto. Acaso conocía bien uno de los rasgos históricos del ciudadano español: Su carácter de pícaro; la picaresca.
Aunque
el interés de esta reflexión no se centra en la picaresca, solo para refrescar
la memoria, como botón de muestra, presento tres situaciones, con la seguridad de
que ustedes conocen muchísimas más: empresarios que emplean a trabajadores por
ocho horas pero que sólo cotizan a la Seguridad Social por este trabajador
cuatro horas; trabajadores por cuenta propia, no dados de alta como autónomos,
que ganan al mes el sueldo de un médico, pongamos por caso, y que están fuera
del control de Hacienda; y el último caso, que está en boca de muchos
españoles: los políticos (no todos) que están ahí únicamente para enriquecerse.
Lo peor de estas situaciones es que están aceptadas, alentadas y justificadas
por muchos ciudadanos.
Pero
vamos al grano. A ver si consigo entender medio bien qué es la honradez. Según
el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española y atendiendo a los
conceptos de honrado, honesto, honrar y honestar, recojo los significados más
relevantes: Rectitud de ánimo, integridad en el obrar. Decente o decoroso.
Recatado, pudoroso. Razonable, justo. Respetar a alguien. Portarse con
moderación y decencia. Obviamente no da una explicación suficiente.
Desde
un punto de vista ético-filosófico, la honradez dimana de nuestro mundo
interior, de la conciencia de la persona, y se plasma en el mundo exterior a
través de sus acciones. Algunas notas características de la persona honrada
son:
Sabe
lo que es lo correcto con respecto a lo que él quiere y desea desde el fondo de
su corazón para su propia vida. Y pone los medios para su realización.
Respeta las buenas
costumbres, los principios morales y los bienes ajenos:
El individuo adecúa
su conducta a las normas que son consideradas correctas por la comunidad en que
se desenvuelve.
Ama a la justicia por encima del
beneficio personal o de la conveniencia. Quien es honesto no toma nada ajeno,
ni espiritual ni material. Es la acción constante de evitar apropiarse de lo
que no nos pertenece.
Ama a la verdad: De las personas
honestas se espera que digan ante todo la verdad, que sean justos y razonables,
que sean transparentes en sus motivaciones. Me viene a la memoria un cuento
archiconocido de Pinocho, de Carlo Collodi, seudónimo de Carlo Lorenzini
(1826-1890). Después de haber mentido Pinocho en varias ocasiones seguidas, el
Hada que lo mira, se ríe y le dice: “Las mentiras, niño mío, se reconocen en
seguida, porque las hay de dos clases: las mentiras que tienen las piernas
cortas y las mentiras que tienen la nariz larga; las tuyas, por lo visto, son
de las que tienen la nariz larga”. (Las aventuras de Pinocho, Carlo Collodi,
págs. 97-103, Alianza Ed.)
La
persona honrada busca la coherencia entre lo que piensa, dice (predica) y hace.
Ningún pensamiento se opone a otro, ninguna palabra está en desacuerdo con otra
y ningún acto contradice la palabra. Sostiene su punto de vista delante de
auditorios muy diferentes y su conducta será la misma esté donde esté. No actúa
de acuerdo a lo que resulta más conveniente hacer o decir a los demás. Es tener identidad y coherencia para estar
orgulloso de sí mismo. Esta característica es básica para los padres y los
maestros que son modelos de referencia para sus hijos y sus alumnos. “Los
hijos solo obedecen a los padres cuando ven que los padres obedecen la regla.
El orden y la regla, una vez establecidos y reconocidos, son la más fuerte de
las potencias.” “Lo que se comunica –que el calor del entusiasmo es
indispensable para todas las instrucciones con las que se desea que pueda
empaparse el alma de los niños. Es preciso que un maestro tenga algo de lo que
se comunica.” (Pensamientos, Joseph Joubert, págs. 372 y 348, Península).
“Ser honesto es ser real, genuino, auténtico,
de buena fe. Ser deshonesto es ser falso, impostado, ficticio. La honestidad
expresa respeto por uno mismo y por los demás. La deshonestidad no respeta a la
persona misma ni a los demás. La honestidad tiñe la vida de apertura, confianza
y sinceridad, y expresa la disposición de vivir a la luz. La deshonestidad
busca la sombra, el encubrimiento, el ocultamiento. Es una disposición a vivir
en la oscuridad”. (El libro de las virtudes, William J. Bennett, pág. 463, Ed.
Vergara)
He conocido muchos hombres honrados.
No estoy de acuerdo con el filósofo cínico Diógenes cuando afirma que en Atenas
y Corinto “con vela y farol, cuando brillaba el sol, busqué hombres honestos,
mas no pude encontrar ninguno” (El libro de las virtudes, William J. Bennett,
pág. 463, Ed. Vergara). Obviamente me refiero a una honradez viva, real, no
exenta de contradicciones, que está moldeada/limitada por el contexto
espacio-temporal que a cada uno le ha tocado vivir. El hombre honesto asume sus
limitaciones, sus imperfecciones, sus errores, sus estupideces. Porque la moral
pura es irreal e inhumana, incluso puede llegar a ser cruel.
Michel de Montaigne en sus Ensayos
Completos, página 226 (Cátedra) afirma: “… Podemos tornar en vicio
la virtud si la abrazamos con deseo demasiado ávido y violento…” Y recoge un
texto clásico: “Al sabio llamaríamos insensato, al justo injusto, si buscara la
virtud misma más allá de lo bastante.” (Horacio, epist. 1,6, 15-16).
También, Albert Camus en “El hombre rebelde”, página 283-284,
editor digital Titivillus, se refiere a la necesidad de una moral realista y de
un realismo moral. Dice así: “La revolución del siglo XX decreta que los
valores están mezclados con el movimiento de la historia… La mesura… nos enseña
que hace falta una parte de realismo a toda moral: la virtud enteramente pura
es criminal; y que hace falta una parte de moral a todo realismo: el cinismo es
criminal. Por eso, la verborrea humanitaria no está más fundada que la
provocación cínica. El hombre, por último, no es enteramente culpable, no
comenzó la historia; ni totalmente inocente, puesto que la continua. Los que
sobrepasan este límite y afirman su inocencia total acaban en la rabia de la
culpabilidad definitiva”.
Por último, Joseph Joubert en un texto más breve
(Pensamientos, página 203) asevera: “… ninguno de nosotros está destinado a
saberlo todo y a no engañarse nunca”.
He aquí algunos ejemplos de conductas
honestas:
Hay hombres y mujeres que cumplen
hasta la extenuación realizando el trabajo por el que le pagan a final de mes; un trabajador honesto no intenta descargar su trabajo
en los compañeros, sino que sabe hasta dónde llegan sus responsabilidades y
cumple con sus competencias; he visto a buenos profesionales que tratan
con igual respeto a los compañeros, tengan el nivel que tengan, en la escala
jerárquica laboral. “Hacia ahí han de dirigirse tus pensamientos;
hacia ahí han de ir tus afanes y deseos, sin pedir nada más a los dioses: a
estar contento contigo mismo y con los bienes que nacen de ti mismo. ¿Qué
felicidad más a tu alcance que ésta? Redúcete al nivel más humilde, un nivel
del cual no puedas ya caer…”.
(Cartas
morales a Lucilio, Séneca, pág. 47, Planeta).
He conocido personas que se han
negado a aceptar enchufes para medrar; he visto personas y algunos políticos que
no se aprovechan de las dietas de la Administración cuando no las han
trabajado; he visto personas que donan una parte no baladí de su salario a
acciones solidarias. “Lo que deprava al hombre no es el deseo de
los verdaderos bienes, sino el deseo de los que son falsos. Jamás pueblo alguno
se corrompió por tener trigo, frutos, un aire puro, mejores aguas, artes más
perfectas, mujeres más hermosas, sino por tener oro, pedrería, súbditos, poder,
un falso renombre y una injusta superioridad”. (Pensamientos, Joseph Joubert, página 284,
Ed. Península.)
He conocido personas que ajustan sus
gastos a sus ingresos y viven la penuria económica con serenidad; otros que
informan al vendedor cuando se ha equivocado a su favor con el cambio; a
algunos políticos honestos que no aceptan sobornos, mantienen su compromiso con
el bien común y no salen del cargo público convertidos en millonarios. “Señores,
no tengáis en cuenta si hablo con gran libertad, sino si lo hago sin tomar nada
a cambio y sin sacar provecho para mis asuntos”. (Ensayos completos, Michel de
Montaigne, pág. 777, Ed. Cátedra)
He visto seres delicados que cuidan
sus palabras para no herir a otros; personas que no se ocultan, que siempre
dicen la verdad, aunque pueda perjudicarles; he visto gente muy bien informada
que jamás presumen de sus conocimientos; he visto seres humanos que asumen la responsabilidad de sus
errores, rectifican y corrigen cuando ha sido necesario. “…
aceptad de buena fe que ayer no fuisteis excesivamente honesto, ni
excesivamente prudente, ni excesivamente moderado. ¡Felices los que vivan hoy
con vos!”. (Pensamientos, Joseph Joubert, pág. 403, Ed. Península).
Hay personas recias qué a pesar de haber recibido muchos
palos de la vida, de haber tenido que aceptar realidades duras, se niegan a
perder la esperanza y siguen tratando de sobrevivir con dignidad; hay amigos
que se llevan a la tumba el secreto que otro amigo le ha confiado; hay seres que
por ser fiel a sus principios viven en soledad.
Estas acciones sirvan de ejemplo. Seguro
que hay muchísimas más. En todas ellas se refleja la necesidad de ser fiel a sí
mismo, a la propia conciencia. “El freno de oro no hace mejor al
caballo… Nadie debe gloriarse más que de lo suyo propio. Admiramos la vid
cargada de fruto, cuyo peso doblega los puntales que la sostienen; ¿la
preferiríamos a otra que tuviese las hojas y los racimos dorados? La fertilidad
es la virtud propia de la vid; en el hombre no se debe celebrar más que aquello
que le es propio.” (Epístola XLI, Séneca, págs. 1123-1126, EDAF). De lo contrario, seremos
aparentemente cuerdos, pero en el fondo de nuestro ser estaremos perturbados.
Lejos de mi deseo que esta reflexión se
convierta en una arenga moral, demagógica. No pretendo, tampoco, proponer una
“secta de los morales”, porque la honradez es un valor personal que no se puede
adscribir de entrada a ningún movimiento religioso o político. Porque, además,
creo que no hay un único modo de ser honrado. Comportamientos aparentemente
inmorales según una determinada cultura, pueden resultar coherentes según otra.
Las únicas acciones humanas repudiables son aquellas que se basan en la
crueldad y el maltrato, o que atentan contra los derechos humanos.
Finalmente, tengo noticias
fehacientes bien documentadas de que se ha creado a nivel internacional, en
todas las grandes ciudades, el Instituto Económico de Formación y Fomento de
Gorrones (IEFFG), fundación cultural vinculada a una Entidad Bancaria. Su lema es: “El pardillo nace, el competente
se hace”. Su finalidad: Crear expertos en estrategias económicas cotidianas de
expoliación y en técnicas para mantenerse por debajo del radar de los distintos
sistemas de Hacienda. Se han apuntado a sus cursos muchos políticos y la élite
económica de cada una de las ciudades, los avispadillos de cada pueblo y quizás
yo, aún me lo estoy pensando.
Publicado en "La Voz del Sur".
https://www.lavozdelsur.es/opinion/la-honradez_183472_102.html
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