Obra de Escher
Ni “yoísmo” ni “yoyería” son palabras que se
encuentren en el diccionario de la RAE. Sin embargo, el “yoísmo” es un
movimiento actual de acrecentamiento y exacerbación del yo individual especialmente
con el auge de las tecnologías. El “yoísta” tiene como lema: “¡Yo, yo y sólo
yo! ¡Yo, me, mí, conmigo! ¡El único, el irrepetible, el mago!”.
El “yoísta” se siente el centro del universo;
está enamorado de sí mismo. Padece “ombliguismo”. Se cree poseedor de un gran
talento. Le encanta ser admirado, aunque muestre una pose humilde; se esfuerza
permanentemente por crear una “marca personal”; se compara continuamente con
los demás no reconociéndolos; fantasea con el poder y el éxito en sus delirios
de grandeza; si se le contraría, se muere de rabia. No
se ve porque nunca deja de mirarse.
El “yoísmo” está emparentado con el
egocentrismo y el narcisismo más que con la autoestima o la autoconfianza.
Suelen ser personas que, en contra de lo que pudiera parecer, son muy
inseguras, con una autoestima baja y que necesitan hablar de sí mismos para
visualizarse. El prototipo es Donald Trump cuando afirma: “Enséñame a alguien que no tenga ego y te enseñaré a un pringado”.
Le gusta ser el niño en el bautizo, la novia en
la boda y el muerto en el entierro. El guardia que organiza el tráfico, el
director de orquesta que dirige a sus músicos, el jefe de Walt Street o el cura
venerado por sus feligreses. La cabeza alta, el cuello erguido y el pecho
hinchado. Los ojillos vivos e inquietos. La camisa ajustada y los bíceps a
reventar. Tiene un afán desmesurado de protagonismo.
El “yoísta” no comparte decisiones, las impone.
¿Os acordáis del “El gran dictador” de Charles Chaplin? Se crece
empequeñeciendo a los otros, pero nunca lo hará en público porque esto
perjudicaría a su imagen; lo hace en su círculo cercano de “yoístas”.
Aparentemente es muy empático y sonriente, pero recuerden el refrán europeo:
¡Sonrisa a toda hora, sonrisa traidora! Reclama la atención, hablando
constantemente de sí mismo. Se cree viento fresco cuando es únicamente veleta
herrumbrosa. Y, por eso, dice muchas sandeces. ¿Cómo podríamos llamar a las
tonterías del yo? Parece natural que las llamemos “yoyerías”. Son imbecilidades,
bobadas, necedades, pamplinas, paridas, ñoñerías, minucias, disparates,
chorradas, majaderías, memeces…
El “yoísta” es ingenioso, disfruta llevando la
contraria. Se ríe de sus propias gracias. Es un hombre o una mujer alocado/a,
precipitado, insensato. Habla a voleo, sin criterio, sin tener ni idea de lo
que habla, de manera arbitraria, con ligereza. Verborreas desenfrenadas que
dimanan de su abundante diarrea mental. Maneja con alegría el mundo de los
tópicos, de los lugares comunes.
Las “yoyerías”, en su mayoría son naderías, fruslerías;
cosas insignificantes, que generalmente carecen de sentido común, de sentido
comunitario. El “yoísta” evidentemente no se cree sus “yoyerías”, pero las dice
a ver si cuelan y a algunos ingenuos les parecen genialidades. Pero no se
equivoquen, ya lo dijo Groucho Marx: “Él
puede parecer un idiota y actuar como un idiota, pero no se deje usted engañar,
es realmente un idiota”.
Ahí va un inicio de Catálogo de “yoyerías”:
“Inofensiva”: “Un amigo, que está lejos de ser
un niño, se duerme todas las noches con Babyradio, una emisora musical
infantil. La otra noche le cantaron: “Duérmete mi Rey pequeñito, arrorró””.
“Animal”: “Un perro en la orilla de la playa.
Su dueña, agachada, le hace una foto de cerca. El dueño está algo alejado
quitándose la camiseta para bañarse. Cuando ella termina de fotografiar al
perro le dice: “Ve con papá”. Y el perro ladra “guau, guau”, que significa “sí
mamá””.
“Lenguaraz”: “Una vecina aburrida y malintencionada
contaba, sin datos que confirmen su autenticidad, que unas compañeras le
hicieron una despedida de soltera a una amiga que se casaba ese fin de semana
con su novio, ambos blancos. Contrataron un hermoso “boy” de la capital por
ciento veinte euros. A los nueve meses tuvo un hijo negro”.
“Ingenua”: “Me contó un amigo ya entradito en
años que tuvo una novia que por fin dijo “sí es sí” sin notario y mantuvieron
relaciones sexuales. Al final, abrazados, él le dijo: “No te preocupes, tengo
hecha la vasectomía”. Ella le contestó: ¡Ah! ¿pero las mujeres no se quedan
embarazadas por el ombligo? Insólito, pero histórico”.
“Poética”:
“Hubo un señor que por escribir unos pocos versos se consideraba inmortal”
Hasta que se murió.
“Mística”: “Un atrevido jugador de pádel de
sesenta y cinco años se ha hecho mucho daño en el hombro derecho mientras
jugaba. Le diagnostican una tendinitis. Como es de misa diaria acude a la
iglesia y comulga; y con la hostia en la garganta, se acerca a un crucificado
de una nave lateral, apoya su hombro durante diez minutos en los pies del
crucificado suplicándole alivio. Cuando
sale de la parroquia alarga su brazo derecho para coger un limón de un
limonero. Y grita: ¡¡¡Me ha curado!!!”
“Asociacionismo”: ““La Asociación de Animales
de distintas especies y tendencias sexuales”, en Asamblea Fundacional, se opone
a que el gobierno regule sus vidas con Leyes”.
“Miserable”: “Algunos políticos inflan su
currículum con carreras que nunca han cursado o terminado”. ¡Qué carrerón a la
nada!
“Política”: “Un partido, tirititrán. Un segundo
partido que quiere unir al primer partido que sigue partido, tirititrán. Un
tercer partido que pretende reunir a los dos primeros que siguen divididos,
tirititrán. Un cuarto partido…, tirititrán. ¡Muchas cabezas erguidas en busca
de un pedestal!”.
“Selfítica”: “El selfie es un autorretrato
fotográfico que se hace con una cámara o un dispositivo digital. Mil selfies: ¡Un
idiota sin remedio!”.
El
“yoísta” es un portento, un prodigio, no es un ser viviente normal; es un
superviviente excelso, compacto, sin fisuras, casi casi sobrenatural, divino.
Rozarse con un “yoísta” te eleva a las nubes.
Estimados lectores, ustedes pueden ampliar a su
gusto este Catálogo de “Yoyerías”, para demostrar de una vez y para siempre el
carácter irracional del hombre y su estupidez perpetua.
“El verdadero yo… expulsa cortezas de sí mismo que él juzga como no
verdaderas, pero lo hace para alcanzar el sí mismo más profundo, el auténtico,
infinito y verdadero”.
(Filosofía, Vol. II, Karl Jaspers)
“Mantener la cordura en estos tiempos de locura gregaria”.
(Montaigne,
Stefan Zweig).
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